Hola, diario. No te das una idea de cuánto me gustan los pasillos. Qué gran invento los pasillos. Cuando vivíamos en la casa anterior teníamos un pasillo corto que nos conducía desde la calle hasta el ascensor. Pero ahora no necesitamos ascensor porque estamos abajo de todo. En la tierra, como deben estar los seres con patas. Y desde nuestra casa hasta la calle hay un pasillo muy largo. Me fascina correr a toda velocidad por él. Claro, tiene sus riesgos. Los escuetos escaloncitos que hay por la mitad no son problema porque ya los tengo junados* y pego un salto antes de que aparezcan. El problema surge cuando el turro del portero ese que me cae muy mal, el tal Alejandro, lustra el piso. Ahí sí, cuando ocurre eso, me pego unas patinadas impresionantes. Las otras noches pasó algo de lo que me avergoncé muchísimo. El piso estaba muy patinoso y la velocidad me jugó una mala treta. Seguí de largo y me "tragué" la puerta de entrada. ¿Podés creer que en lugar de asustarse, Pablo y el vigilante se mataron de risa? Bueno, reconozco que debe haber sido gracioso. Yo pegué un pequeño chillido, pero después me incorporé y puse cara de "acá no ha pasado nada".
No me amedrentó eso. Cada vez que entro a algún lugar con un pasillo, tomo carrera y lo invado velozmente. Para eso están los pasillos.
*conocidos.