Hola, diario. Me pasó algo tremendo. No me di cuenta, te juro que no me di cuenta. Como hacía mucho calor, Pablo me llevó a pasear por los bosques de Palermo, algo que para mí es la gloria. Corrí sin parar y cuando el calor me azotaba, me zambullía en el lago. Luego nos tiramos a descansar en el pasto y dormimos un poco. Pablo quedó rojo como un tomate. Yo no porque elegí el árbol más frondoso para que me tape del sol. Además, los perritos no nos ponemos rojos. Tanto tiempo de actividad e inactividad hizo que me dieran muchas ganas de hacer pis. No era problema entre tanto bosque. Elegí el mejor árbol, uno de tronco bien ancho que tendría no menos de cien años. Levanté la pata, piyé y escuché un grito seguido de un insulto. Detrás del tronco del árbol había una pareja de seres humanos, cuyo momento de cariño y descanso se vio perturbado por una meada caliente mía. Juro que no me di cuenta. Toda la espalda del muchacho quedó cubierta de pis. Creo que Pablo quería cavar un hoyo en el piso y esconderse ahí durante varias horas. Yo me quedé paralizado, mirando a los ojos al muchacho y esperando una patada. Pero en cambio, se puso de pie descompuesto de la risa. La chica que lo acompañaba le empezó a tirar agua mineral para limpiarlo. "¿Qué te pensabas, amigo, que era un árbol?", me dijo. Uff... respiré tranquilo. Piyé a un tipo amigable. Creo que Pablo también porque el muchacho era tan grandote que podría haberle arrancado el cuello de un mordisco. Luego de bañarse con agua mineral, el tipo me agradeció haberle regalado esta anécdota que no olvidaría el resto de su vida. Con Pablo emprendimos la retirada hacia casa. En el camino me vine repitiendo todo el tiempo: "incluso siempre hay que tener cuidado con lo que se esconde detrás de algo tan conocido y familiar como un árbol".
martes, 19 de febrero de 2013
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Jajajaja eso mismo me paso con mi Tommy al subir las escaleras, toda mi espalda la mojò. Saludos Francisco y Pablo n_n.
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