
Hola, diario. Estuvimos una semana conviviendo con el hámster. Te digo la verdad... al tercer día ya me había olvidado de su existencia. Sólo me divertía observarlo un poco cuando hacía ese juego absurdo de subirse a la ruedita y dar vueltas como si tuviera una urgencia sin la posibilidad de llegar jamás a destino. El que estaba fascinado con su presencia fue Néstor. Pasaba mucho tiempo observándolo. Intuyo que si Pérez se salía de su casa podía haber ocurrido una catástrofe. Tal vez Néstor hubiera querido jugar con él y lo habría aplastado. O tal vez lo habría confundido con esas ratitas peludas de plástico que Pablo le regala. Yo las odio y se las rompo siempre con los dientes. ¡Por Dios! ¡Me acabo de dar cuenta de que yo también podría haber confundido a Pérez con una de ellas!
Pérez estaba en peligro. No cabía duda.
Ayer vinieron a casa una chica rubia con un muchacho moreno, fascinados con Pérez. Hasta lo agarraron con las manos, algo que Pablo todavía no había hecho (sólo le rascaba la cabecita con un dedo). A nosotros -a Néstor y a mí- casi nos ignoraron. Tal vez no les interesen los perros y los gatos. Me puso contento porque eso indicaba que iban a querer mucho al pobre Pérez y no había peligro de que se lo coman o lo destrocen pensando que es una rata de plástico.
El que se quedó triste es Néstor. Lo noto aburrido. Maulla todo el tiempo. ¿Se habrá enamorado de Pérez? ¿Le habrá "cachado" cariño? La nostalgia es una porquería.
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