
Hola, diario. Estoy un poco desconcertado. Anoche me enteré
de que así como hay seres humanos buenísimos, existen otros cuya maldad no
tiene límites.
Pablo me llevó al cumpleaños de un amigo suyo, Antonio, que
no sé si vive en un teatro, pero es ahí donde lo festejó. Me sorprendió porque
Pablo no suele llevarme a sus juergas. Pero entramos a ese lugar inmenso, lleno
de gente macanuda*. Muchos me abrazaron y me dieron palmadas en la cabeza.
Había dos perras. Una era una gordita de mi estatura que mucha bola no me dio.
Su mamá, la atendía con cuidado porque era una perra entrada en años. La otra
me ladró de entrada. Era una petisita, con camiseta y saquito. Me enteré de que
se llamaba Castaña y no hacía falta que me cuenten que era dueña de casa porque
su olor estaba por todos lados.
Luego de ladrarme en forma poco amigable, entablamos una
pequeña comunicación a través de nuestro olfato. Agradable, aunque de pocas
palabras. Traté siempre de estar cerca de Pablo y de donde se cayera una
papafrita o algo comestible. Cuando Pablo se puso a acariciar a Castaña no me
gustó nada. La muy atrevida se puso panza arriba para que la acaricie. Pero se
me fue la bronca cuando escuché su historia.
Castaña es una perrita que, hace algunos años, fue
encontrada en la puerta de ese teatro. Alguien les dijo que había una perra
muerta ahí. Salieron y se encontraron con Castaña, lastimada con heridas
punzantes de cuchillo y su rabo hecho pedazos, envuelto en cinta adhesiva. Como
todavía respiraba, pudieron llevarla al hospital veterinario. Antonio se hizo
cargo de su recuperación y hoy es su compañera inseparable y está vivita y
coleando. Castaña vive en ese teatro y, sigilosamente, cuando comienza cada
función se desplaza hasta la primera fila y se queda en una butaca. “Cuando
estuvo el Ballet Folklórico Nacional, no se perdió una sola función, pero odia
las obras infantiles. Cuando hay alguna, se va a su cucha y se esconde”, contó
Antonio, un gordito simpático que sopló las velitas al cantarle el “cumpleaños
feliz”. Contó que cuando él está sobre el escenario tienen que dejarla en la
oficina, porque si lo escucha llorar se quiere subir al escenario.
Aunque perdió su cola, Castaña vive feliz y, en las
funciones de los distintos espectáculos que allá se ofrecen, se desliza
sigilosamente por los laterales de la sala y se queda quietita, al pie del
escenario mirando cada función sin ladrar, ni emitir sonido alguno. Me generó una
admiración tremenda. Quise hacerme amigo suyo y estuvimos juntos un buen rato.
Qué puedo decirte de ella... Tiene olor a amor. Y está vacía de rencor. Porque
es más el amor que siente que el odio que pudiera recordar. Me puse a pensar
cuando llegamos a casa y pensé en que, aunque suene soberbio, nosotros los
perros somos mejores que los humanos.
No tenemos capacidad de odio. Nunca podríamos hacer nada
tan dañino como eso que te conté.
Pablo y todos los seres humanos que conozco son incapaces
de hacerle daño a un animal. Pero ayer descubrí que puede haber gente peligrosa.
Hay que cuidarse del ser humano. Hasta los seres humanos deben cuidarse de los
seres humanos.
Brindo por la perra teatrera y porque siempre haya algún
Antonio que nos libre del infierno.
*Agradable.
Un beso grandote para vos y tambien para tu amiga Castaña.Tanto Antonio como pablo son seres especiales por que Antonio salvo a Castaña y tu amigo pablo recogio y protegio a muchos perritos,gatitos y hasta un cobayito!!!! en especial a mi inolvidable Bandido que se reencontro con su dueño en el programa de Portal.besototes Tu tia
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