
Hola, diario. Soy un inmaduro. Pablo me retó y tiene razón. Ayer vino a casa alguien. Alguien especial parece. Podía percibirlo. Pablo estaba con la adrenalina por las nubes, iba de un lado a otro acomodando cosas y hasta preparó una rica comida. Y vos sabés que soy un poco celoso. No pude soportar que le preste tanta atención a otro ser que no sea yo. Estaba como embobado. Sus ojos se perdían en otros ojos y ni siquiera tuvo la gentileza de darme un pedacito de lo que estaba comiendo. Durante toda la cena hice todo tipo de cosas como para llamar la atención. Traje a Osito 4, la pelota, la pelota con soga, un almohadón de la habitación (de esos prohibidos) y hasta me robé un calzoncillos de un cajón y entré en el comedor sacudiéndolo con mis dientes. Me tuvieron que perseguir para que lo suelte. Pablo estaba irritadísimo. Conseguí que me dieran un poco de lo que estaban comiendo y me calmé un poco. Riquísimo. Una carne muy condimentada, con papitas y queso fundido. Un manjar. A mí no me cocina nunca eso.
Claro, mi estómago no está acostumbrado a ese tipo de condimento, así que, en pocos minutos, algunas bombas empezaron a estallar dentro de mí. Pablo se puso como loco. Encendió un sahumerio y creo que hasta tuvo ganas de echar matamosquitos como para apaciguar ese aroma tan horrible que salía de mi ser. Juro que no lo pude controlar. Bueno... hubiera podido controlarlo un poquito, pero me divirtió el asunto.
Creo que le arruiné los planes. Sí, soy un egoísta.
Pero dormí solito, a sus pies sin nadie que estorbe.