
Foto: Sonia Furtado http://www.flickr.com/photos/sonia_furtado/3914234508/
Te las cazo al vuelo. Es una de mis mayores diversiones. Adoro las moscas. Y si son moscones, mejor aún. Sin verlas, percibo su vuelo cuando aparecen. Ahí me pongo atento, paro las orejas y observo hacia todos lados. Es fantástico porque empleo los cinco sentidos casi al mismo tiempo: oído, vista y olfato.... sobre el final, tacto... y zas: gusto. Es que tienen un sabor a caca riquísimo. Supongo que será lo mismo que significa comer un caramelo para las personas. Siento a las moscas como una golosina exquisita. Además, te brindan ese plus físico y de astucia que significa buscarlas, correrlas de un lado a otro, medir su vuelo, imaginar su rumbo y ver cómo las idiotas siempre se llevan un vidrio por delante, donde las podés atrapar más fácilmente. Para qué tienen tantos ojos si no les sirven.
Al principio, a Pablo le repugnaba un poco que me coma a las moscas. Ahora se divierte viendo cómo intento atraparlas. También se convirtió en un vigía de moscas. A menudo estoy distraído y escucho que él dice: "¡Mosca!". Entonces doy un salto y empiezo la cacería.
Los otros días me ensarté. Me pareció que entró una mosca medio boluda, mucho más gorda y musculosa, que volaba más despacio. La atrapé enseguida, sin demasiado trabajo. ¡¡¡¡Puajjj!!!! La tuve que escupir. Era una asquerosa polilla. ¡Qué horribles que son las polillas! Tienen como polvo encima, es como comerte una bola de pelusas. Además, te queda un sabor espantoso en la boca.
A mí me encantan las moscas. Aunque no creo que yo les encante a ellas.
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