
Foto: Carlos Adampol http://www.flickr.com/photos/cadampol/2333408347/
Ayer vi a Pablo muy enojado. Fue con un muchacho que
paseaba perros. Tenía más gorra que cabeza; con una mano llevaba las correa, y
con la otra, hablaba por su telefonito. Aparentemente, o no le funcionaba bien
el negocio o ya había repartido a casi todos sus "clientes", porque
sólo llevaba a tres: un ovejero alemán muerto de calor, uno sin raza que por su
pelaje parecía haber ido a la misma modista que yo, y una pequinesa
desorientada. El que era parecido a mí había quedado enredado en las otras
correas y tironeaba un poco para olfatear un arbolito meado por tres perras en
celo. El idiota con más gorra que cerebro estaba más ocupado en su conversación
y lo pateó para que se apure. Mi congénere no se afectó y siguió interesado en
los olores del arbolito. Claramente, si el de la gorra no podía pensar, menos
podría olfatear, así que no se dio cuenta del “vital” interés de mi compañero.
Por eso, lo volvió a patear. Esta vez mucho más fuerte, ya que el pobre se cayó
y lanzó un chillido. A mí me dolieron las costillas por sólo verlo.
Ahí mismo vi como Pablo se puso de otro color, su energía
fue como un trueno y se abalanzó sobre el idiota de gorra. Me asusté. Pensé que
iba a morderlo por la furia que tenía, pero se contuvo. El otro también se
asustó, apagó el telefonito y también cambió de color, pero se puso pálido. No
sé qué le dijo Pablo, pero su voz se había vuelto tan fuerte que me pareció una
ráfaga de ladridos. El de gorra también ladró un poco. Pero antes de que Pablo
pueda morderlo, cruzó la calle. Antes de cruzar, el perro golpeado me miró y me
confesó que no era la primera vez que eso ocurría.
Yo me sentí orgulloso de mi amigo humano. Pero sé muy bien
que hay paseadores y paseadores. Me entero en la plaza porque es una
conversación recurrente entre nosotros. La mayoría de ellos son gentiles,
amables, te hacen recorrer lugares lindos y te dan tiempo para que te tires
panza arriba en el césped. Pero hay otros que sólo quieren que pase el tiempo
para devolverte a tu casa cansado sólo por haberte hecho caminar sin parar, en
el medio de otros 15 perros, sin ver nada del paisaje, para terminar la jornada
atado en una plaza bajo el sol.
Hubo una época en la que tuve miedo de que Pablo me haga
pasear con un desconocido. Pero cuando él no puede hacerlo, vienen Fina o Raúl
a caminar conmigo. No corro ese riesgo. Aunque si tuviera una cámara de fotos,
me encantaría establecer un ránking de paseadores. Habría que hacerle
publicidad a los buenos y “escrachar” a aquellos que tienen más gorra que
cerebro para que no vuelvan a tocar nunca a más a un congénere mío.
Hasta ahorita,nunca ví un paseador buena onda...O sea les importa un comino el momento que ustedes los perritos están viviendo.
ResponderEliminarMientras ellos se quedan en grupitos riendo bajo un árbol , muchos de tus amigos quedan ataditos bajo el sol.
Tampoco me gusta el trato que se les dá-
Me alegro mucho de que Pablo le haya puesto los puntos a ese tipo!!
Ah...Me olvidaba, Fransisco cuidá el colchón nuevo eh!!
Hola yo soy paseadora, y se que para mis amigos canes, es indispensable salir a olfatear, caminar y ver el paisaje, que aunque de ciudad de alguna manera los reconforta y desestresa. Yo no paseo mas de 3 perritos porque mas me parece arriesgado tanto para mis amigos canes como para mi. Y asi todos disfrutamos de una buena caminata en compañia. No todos los paseadores son como ese tipo sin cerebro.
ResponderEliminar