
Las manos de las personas son bendiciones para los perros. No puedo evitar arrimarme a la gente y, de prepo*, ponerle mi frente en sus manos quietas. De pronto, cuando empiezan a moverse, bajo mi presión sutil, encuentro uno de los mayores placeres de la vida. Que te acaricien o te rasquen la cabeza... ¡Qué maravilla! Siento un escalofrío tan estremecedor. Cierro un poco los ojos, luego los vuelvo a abrir, observo de reojo que la persona no se canse de acariciarme, y si eso sucede, arremeto de nuevo, con mi frente en la palma de su mano. El que te acaricia la cara es porque, realmente, es un tierno total. Lo hacen varios en la familia. Raúl es uno de ellos. Me acaricia la mejilla, luego la zona de mis bigotes y, a veces, en el mentón. Cuando hace eso, de a poco, me voy derrumbando, siento como que me desarmo. Muy lentamente, me voy deshaciendo en el piso hasta quedar echado totalmente. Cuando ocurre eso, Raúl deja de acariciarme porque no puede agacharse más. Pero si ocurre lo mismo con otros, es como estar en el paraíso. Podría pasar horas dejando que me rasquen la panza y el pecho. Pero los seres humanos no resisten mucho estar agachados, a la altura de los animales. Entonces tengo que erguirme nuevamente y comenzar con lo mismo... mi frente en sus manos. Muchos son expansivos e, inmediatamente, comienzan a acariciarme el lomo. Uy... siento como que me corre una gota de agua fría desde la cruz hasta la cola. Me encanta que me peinen con sus manos. Y lo mejor, es en el cuarto trasero. Me encanta que me rasquen el cuarto trasero. Me quedo quieto, quieto, quieto... tieso, enjuto, sin otra sensación que el placer. No me muevo por miedo a perder esa dicha.
Lo que los seres humanos no toman en cuenta es el cariño y el amor que permanentemente ofrecen con sus manos. Yo les pido afecto por placer, lo reconozco. Pero también para ayudarlos a que, por lo menos un momento en el día, estén descargando cariño casi sin darse cuenta. Me siento más útil.
Creo que si muchas personas supieran que eso es así, habría menos perros y gatos sin hogar, y un gran porcentaje de la humanidad sería más buena. Brindo por las manos.
*obligar
Lo que los seres humanos no toman en cuenta es el cariño y el amor que permanentemente ofrecen con sus manos. Yo les pido afecto por placer, lo reconozco. Pero también para ayudarlos a que, por lo menos un momento en el día, estén descargando cariño casi sin darse cuenta. Me siento más útil.
Creo que si muchas personas supieran que eso es así, habría menos perros y gatos sin hogar, y un gran porcentaje de la humanidad sería más buena. Brindo por las manos.
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