Hola, diario. Estoy cada vez más cerca de la teoría de que soy una persona con traje de perro. Tengo varios motivos para pensarlo. Por empezar, tengo casa: un departamento de tres ambientes con patio para mi solo. Pablo se fue de viaje, así que puedo considerar que, por ahora, es mío. Vivo aquí y cuando viene gente a cuidarme se quedan durante el día y se regresan a sus casas para dormir, a la noche. Es decir, segunda confirmación: están a mi disposición. Te tiro otra. Ayer vinieron Fina y Raúl y me invitaron a sentarme a la mesa con ellos. Además, ella me convidó café. "Te va a despejar un poco", me volvió a señalar. ¿Dónde viste un perro que tome café? Por lo tanto, no soy perro. Con esa teoría en mi cabeza salí a la calle con ellos, suelto, muy dueño de la vereda. Estuvimos un buen rato en la plaza. Ignoré a cuanto perro se me cruzó por el camino. Un cochino se me acercó para olerme el culo y lo saqué cagando. Pri-mi-ti-vos... Tsss...
Me pasé toda la tarde así, solo, haciendo de cuenta que cualquiera de esos perros podía ser mi mascota. ¿Soberbio? Y bueno... sí. Creo que he evolucionado en persona.
Estuve un buen rato parado frente al espejo de la habitación observándome. Ensayé sonrisas, pero no me salieron. Y cuando escuché que el portero tocó el timbre del departamento, comencé a dar ladridos de advertencia.
Me frustré. Ladro y no puedo sonreír. Ahí entré en dudas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario