
Hola, diario. Algo raro está pasando. Creo que Pablo enloqueció. Se levantó tempranísimo y nuestra ceremonia matutina fue fugaz. Apenas desayunamos. Estábamos muertos de calor y ni siquiera se bañó para salir. Se puso esas ojotas que a mí tanto me gusta morder y comenzó a guardar toda la ropa en bolsos y valijas*. Ahí lancé un suspiro. “Otra vez se va de viaje”, pensé. Lo observé resignado. Pero de inmediato me di cuenta de que la energía no era la misma. No, no se iba de viaje. Estaba enloqueciendo. ¡No sólo guardaba la ropa, también todo lo que estaba sobre el escritorio… y las cosas de la cocina… y hasta las del baño! Armó unas cajas de cartón en las que comenzó a guardar todo. En una caja más chiquita guardó a Osito 2, a Chanchito, y los demás chiches míos. Me preocupa. No entiendo qué pretende.
Después de hacer todo eso, que llevó unas cuantas horas, se dignó a ponerse una remera, a tomar la correa y a salir a pasear conmigo. Fue un alivio porque todo ese juego de guardar cosas es cansador. Estábamos extenuados. Es agotador mirar durante varias horas cómo tu mejor amigo enloquece y le agarra el síndrome “guardador”.
El suceso tuvo una ventaja. No fue a trabajar. Se quedó todo el día en casa. Jugamos un ratito. Pero continuó acumulando pequeñas cosas que todavía quedaban en algunos rincones o cajones.
Como no había música, porque guardó los equipos, se puso a cantar las canciones que nos gustan y bailamos un poco. Eso me dejó más tranquilo. Era un dejo de normalidad.
Pero de todos modos, traté de no molestar mucho y no le quité la vista de encima. A ver si se le ocurría guardarme a mí en alguna de esas cajas. Yo lo quiero mucho así que tendría que resignarme y dejar que me guarde. No sé cómo va a seguir esto, no sé cómo va a seguir esto…
* Maletas
No hay comentarios:
Publicar un comentario