
Hola, diario. El domingo viví una de las experiencias más
fuertes de mi vida. Nos vino a visitar Mimí, una amiga nuestra que habla
muchísimo y me hace mucha gracia. Es muy linda, pero no es como Morena, ella
tiene sólo dos tetas, pero enormes. Luego de tomarnos unos mates y morirnos de
risa los tres, salimos a caminar por el barrio. Nunca había salido a caminar
con Mimí, entonces ella se divirtió mucho conmigo. Como a mí me encanta que me
festejen todo, también le hice muchas monerías como para entretenerla. Zapateé
en el piso luego de hacer caca, luché con una botella de plástico y perseguí a
las palomas, entre otras cosas. A ella le fascinó eso.
Pero nuestro paseo no se limitó a la plaza del jardín
enorme y enrejado, fuimos más allá. Atravesamos la avenida grande y llegamos a
otro parque con más rejas. Algo me hizo desconfiar. Empecé a caminar más
despacio con la cola entre las patas, no pude evitarlo. En un principio, el
huracán de olores que provenía de allí me produjo esa sensación, tal vez por
presentimiento; luego, fue temor. Descubrí qué era. ¡¡¡Una cárcel, diario, una
cárcel!!! ¡¡Una cárcel de animales!! En un principio, por el olor a plumas
descubrí que había muchas aves, pero también olfateé unos bichos que no vi en
mi vida, pero que me imaginé enormes. Cuando avanzamos unos 200 metros, me surcó
el cuerpo un gran escalofrío y una sensación de pánico. Quise irme. Pablo se
dio cuenta de mi miedo porque, enseguida, me puso la correa y me sujetó fuerte.
Sentí el impulso de cruzar. Sé que no hay que hacerlo, pero observé a Pablo y
se lo pedí con los ojos. Tenía mucho miedo. Ya estaba seguro de lo que mi nariz
había descubierto. Ahí adentro, presos, había unos gatos enormes, gigantes, con
dientes asesinos y un aliento que te tumbaría. Durante unos segundos, hasta
escuché cómo rugían. Si esos gatos enormes me encontraban me podrían
descuartizar. Pero Pablo y Mimí son muy valientes porque no se les movió un
pelo. Es más, hasta creo que les causó gracia mi temor. Me resigné y seguí caminando
junto a ellos, muy pegadito a Pablo, con mucho miedo, pero con la seguridad de
que esos gatos convictos estaban encerrados y no podían salir. También me dio
un poco de pena pensar eso.
Seguimos caminando y el olor a esos monstruos se fue
alejando, aunque comenzó otro aroma. Y desde la calle, pude ver de qué se
trataba. Eran unos bichos como cinco veces más altos que yo, pero con unos
cuernos enormes. Eran pacíficos y comían pasto sin parar. También había otros
que parecían comer chicle muy animadamente. Tenían unos pelajes con rulos, muy abrigados para la época.
Dimos la vuelta por otro lado y, así, seguí descubriendo
distintos animales. El lugar era tan grande que los tres nos cansamos en un
momento y nos sentamos a comer unos panchos*. Luego de haberme devorado uno y
haber intentado robarles un trozo a los de Mimí y Pablo, puse atención en un
nuevo aroma. No sentí que fuera una amenaza. Me acerqué a la reja y me paré en
dos patas en ella. Adentro había un puñado de gente viendo con atención algo.
De pronto, divisé unas patas muy largas, con lunares enormes. Algo así como un
dálmata muy alto... Comencé a seguir con la vista las patas, hacia arriba, y
divisé el cuerpo, y luego un cuello larguísimo y una cabeza diminuta con dos
cuernos. También mascaba chicle. ¡¡¡Guauuu!!!! Comencé a ladrar de la emoción.
¡Era un perro altísimo! En mi vida vi uno igual. Tal vez por eso estaría ahí
preso. Miraba a todos desde ahí arriba, con sus pestañas enormes. La gente que
estaba afuera con nosotros, comenzó a rodearme, fascinada por mis ladridos.
Mimí estaba descompuesta de la risa. Me encantó eso. Pero en realidad yo no
podía dejar de ladrar por mi descubrimiento.
Cuando volvimos a casa me quedé todo el día pensando en ese
perro enorme, altísimo, con cuernos. Cómo se podría vivir mirando la vida desde
ahí. ¿No le da vértigo? También pensé en porqué lo habrán puesto en cana*. ¿Qué
habrá hecho para merecer estar encerrado? ¿No se cansará de que todo el día lo
estén observando? ¿O tendrá tanto ego? Sólo creo que si lo encerraron por ser
diferente, habría que ir a rescatarlo. Bueno, que se ocupe otro, en realidad.
Yo no voy a arriesgarme a que me agarren los gatos gigantes.
E-mail de Ada:
ResponderEliminarschubarofada para usuario
mostrar detalles 9 jun
Hola Francisco!
Gracias por contestarme, me encanta charlar con vos, y tambien ir al zoologico, aunque no me gusta que ellos esten encerrados y mal cuidados....y la jirafa que te confundiste con un perro grande..ja! ja!....es una buenaza y es linda no te parece? Los gatos grandes son muy hermoso tambien y no tan malos como dicen, claro...si no te conocen se ponen en guardia, y no conviene contradecirlos. Aca te mando una foto donde estoy conversando con uno de ellos, claro cuando me mostró los dientes...me fui despacito pidiendole disculpas.......por las dudas sabes? Te cuento que ese zoo de Lujan no me gustó nada...parece que los tienen medio drogados para que la gente los pueda acariciar.......pobres....ellos no nacieron para eso y ahi estan tan indefensos....pero asi son los humanos malos.
Bueno te mando un besito en la trompa, otro dia te cuento mas