
Al final, mi presentimiento no era irreal. Llegó justo
cuando me disponía a destripar a Bob Esponja. Como siempre, pensaba recibirlo
con indiferencia, como lo haría Zsá Zsá, pero soy un idiota, no pude. No me
puedo contener. Lo siento cerca de la puerta y ya mi cola se vuelve
incontrolable. Apenas escucho el ruidito de las llaves, me yergo y mis orejas
se convierten en radares. Y ni te cuento cuando entra a casa. Primero avanzo
sumiso, con la cola entre las patas, poniéndole la mirada más lastimosa que me
sale, para golpearle el corazón. Pero de inmediato, me convierto en canguro y
no paro de saltar y darle besitos. Después lo huelo exhaustivamente para
asegurarme de que no haya intentado cambiarme por otro perro. Y luego, me
vuelvo obsesivo e interesado. Siempre me trae regalos cuando regresa, así que
no puedo contenerme y, por todos los medios, trato de abrir esa enorme valija*
que trae. Es complicado y tengo que esperar a que él decida cuándo la abrirá.
Cuando eso sucede, meto mi hocico hasta el fondo, hasta poder encontrar “mi”
regalo. Esta vez me trajo un pingüino. Me encantó. No sé adónde habrá ido que
me trajo un animal tan extraño. Me vino bien porque Chanchito ya está muerto
(lo rompimos jugando) y Osito 2 está medio cachuzo. Jugamos un rato y, cuando
estuve exhausto, me quedé contemplando a Pablo, con mi pingüino abrazado.
También pensé en esa sensación fuerte que tengo cuando está
por venir. Nunca me equivoco. Creo que con mi mejor amigo ya logramos
telepatía. Puedo sentir su energía cuando está por venir. Y su presencia se
hace cada vez más fuerte en mi alma y mi cabeza cuando está cerca. Y te
aseguro, diario, que no es mi superolfato. No logro oler tan lejos. Sino, los
perros no nos perderíamos tan fácilmente. Es energía, magnetismo, telepatía...
No sé cómo llamarle. Voy a investigar sobre el tema. Me apasiona saber cómo he
logrado una conexión tan fuerte con un ser tan primitivo y adorable a la vez,
como el ser humano. Nunca los perros podremos emanciparnos de ellos. Inevitable
amarlos. Es nuestra naturaleza.
Y nosotros a ustedes...
ResponderEliminarUn humano que nunca tuvo un perro,no conoce la felicidad completa.
Yo no puedo vivir sin ustedes.Un hogar sin un perros es bien triste.
Te estas poniendo en forma Fransisco eh!! ya no estás tan gordote.Buena salud