Hola, diario. No soporto que no me presten atención. Pablo está un poco enojado conmigo. Es que ayer tuvo día libre y vinieron a visitarlo sus padres y, luego, una amiga. Según él, me porté mal. Y sí... Es que no soporto no ser integrado en las conversaciones. Me encanta recibir visitas, festejarlos e intentar jugar con ellos, pero me parece espantoso ese momento en el que todos se sientan y se ponen a charlar. ¿Y yo? ¿Adónde queda mi participación? Si yo no sé hablar en castellano. Y encima, si ladro, me retan*. Entonces, todo el tiempo, trato de llamar la atención de los presentes. O con mi hocico les pido que me acaricien... O me paro en dos patas y pongo las delanteras sobre sus faldas... o trato de acomodarme en el sillón, al lado de alguno... o, cuando están muy serios, aparezco a los saltos con Osito entre los dientes... o les traigo la pelota y se las dejo a los pies, para que la arrojen. Nada de esto resulta. Todo el tiempo, Pablo me dice: "Pará, Francisco". Y sí... me pongo un poco insoportable. Es que me aburro. Por momentos me quedo quieto, observándolos y prestando atención. Pero entiendo sólo una parte, entonces vuelvo a distraerme con alguna mosca y, luego, otra vez a reclamar atención.
Es más fuerte que yo: necesito ser protagonista. No soporto que, aunque sea de a ratos, haya más protagonistas en la vida de Pablo. Sino... ¿Para qué estoy?
* Regañan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario