
Hola, diario. Finalmente me encariñé con Mariana. Hace dos
días que está en casa y es una dulce. De todos modos, podría decirte que me
molesta un poco que quiera ser el centro de atención permanentemente. ¡Y el
centro de atención soy yo!
Cuando estoy con Pablo, así conversando con nuestros ojos,
como solemos hacer, se viene a meter entre nosotros. Pero lo que es más
atrevido es que, como es más chica, se sube a la falda de Pablo, se hace un
rollito y se queda allí con mirada de: “a mí me abandonaron”.
De todas formas, por momentos lo pasamos muy lindo jugando
a las luchas en el patio.
Sabés, diario... La convivencia es difícil. Nosotros
siempre queremos convivir con un humano... pero con otro perro... hummm...
Supongo que para Pablo la convivencia tampoco será fácil porque a todo el que
entra le hace un par de mimos y, luego, adiós. ¿Seremos unos solterones
ermitaños? La cosa es que, con Mariana, me di cuenta de que soy capaz de
convivir con una perra. Con un perro no. Son competitivos.
Mariana tiene el peso de haber vivido cosas horribles en la
calle, pero todo el amor acumulado para dar. Creo que por eso nos “compró” a
Pablo y a mí. Tiene tanta inocencia que, en dos días, transformó su dolor en
agradecimiento. Hasta accedí a compartir mi plato de comida con ella.
Creo que se quedará con nosotros. Si no me quita la cama
-cosa que hasta ahora no hizo-, la acepto.
Sara y Yankilevich no te van a joder más por Mariana?.
ResponderEliminarSuerte y ojo con lo que tiren al patio.
A veces la gente es una mierda