
Hola, diario. Ayer me cagó una paloma. No me enojé. Es una justa venganza. Sólo que el pobre Raúl estuvo un buen rato fregándome el lomo con agua para sacarme de encima esa asquerosidad que me daba una nueva mancha al lomo.
Te cuento: cada vez que salimos a dar una vuelta, en el mismo lugar -al lado de un barcito- hay una bandada de unas veinte palomas que se juntan a comer restos de comida. Casi siempre están en la vereda picoteando. Yo las veo desde la esquina y, sin preparativos, emprendo una carrera veloz sobre ellas, seguida de cuatro ladridos secos. No las quiero cazar, ni hacerles daño. Sólo me gusta muchísimo cómo levantan vuelo vertical por el susto. Me causa mucha gracia porque a las más gordas les cuesta tener ese reflejo rápido. Cuando queda alguna rezagada, doy una media vuelta y les vuelvo a ladrar hasta que no queda ninguna en tierra. Luego se quedan puteándome en el árbol o en el cable del teléfono. Y yo las miro con picardía, me paro derechito y me voy caminando como si nada hubiera pasado.
Sé que lo mío es de bravucón... o también de cancherito barato. Pero es un juego diario que me divierte mucho. Y, en el fondo, creo que a ellas también les pongo un momento de aventura en su monótona vida.
Esta situación ocurre desde que vivo con Pablo, casi todos los días. Últimamente, las guachas ya me tienen junado* y vuelan apenas llego a la esquina. Cuando paso les hago: "Pfffff". ¿Y sabés lo que hicieron un par de veces? Llegué al lugar y estaban todas formaditas sobre el cable, mirando hacia abajo como burlándose de mí. La primera vez las miré fijo como insultándolas y sentí como me decían: "Subí, si podés". Ayer pasó lo peor. Me paré debajo del cable, observándolas por unos segundos y una de ellas hizo sus necesidades, desde las alturas, sobre mí. Rompí mi relación con esas palomas. Aunque acepto que es una buena venganza a tantos sustos que les di.
De todos modos, diario, envidio esas alas que tienen. Debe ser divertido volar sobre toda la ciudad y echar un vistazo de todo lo que ocurre. Ellas no tienen nariz. ¡Sabés qué bueno sería poder olfatear todo desde ahí arriba! Sería como leer el resumen de las noticias. Como saber los titulares. Pero bueno, me tocó tener las patas siempre sobre la tierra... pero la cabeza, muchas veces, en las alturas.
*Ya me conocen.
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