
jueves, 18 de febrero de 2010
Confirmación

martes, 16 de febrero de 2010
Musculoso

Hoy, por la mañana, me crucé con el pittbull de enfrente, un pobre infeliz al que pasean con correa y bozal y le operaron las orejas y la cola. Lo miré de reojo y, dentro mío, le dije: “No te hagás el malo que soy musculoso y te puedo cagar a golpes”. No sé si me entendió ese forajido, pero por lo menos, no me desafió.
Soy musculoso… Faaaaa…. Un perro patovica*.
* Galletitas.
* Fisiculturista
¿Gordo yo?

El problema es que mi estómago se acostumbró a aquellos manjares, entonces vivo muerto de hambre. Ahora Pablo me dice: “Mi gordito”. No sé si me gusta mucho ese calificativo. De todas formas, creo que puede tener algo de razón. Me cuesta un poco más pegar saltos a lo delfín y, cuando me siento en dos patas, veo que una panza un poco más grande asoma. Disimulo sacando pecho.
miércoles, 10 de febrero de 2010
Vejez

martes, 9 de febrero de 2010
Zsá Zsá enferma

Lo confieso, tuve un segundo de egoísmo y sentí el deseo de ser el único cuadrúpedo de la familia. Pero no, no puedo pensar así de alguien del grupo. Quiero que Zsá Zsá se mejore. Por ella y porque no soportaría que Fina, Raúl, Pablo, María Elena y el resto de la familia estén todos tristes al unísono. Cierro los ojos y pido muy fuerte que se mejore.
lunes, 8 de febrero de 2010
Materialismo
domingo, 7 de febrero de 2010
Beagle alcahuete
Por suerte no siempre me lo cruzo. Pero cada vez que paso por su casa, esté o no esté en el porche de entrada, me encanta emprender carrera y ladrarle sin parar. Lo imagino adentro, desesperado por contestarme. A veces, cuando está en el porche, nos puteamos casi cara a cara, pero como hay una reja de por medio, no nos podemos hacer nada. A esta altura, creo que ya es es un juego que hacemos. Es hasta divertido. ¿Será que en el fondo nos estaremos haciendo amigos?
*Sabiondo que alardea.
*Pijo.
sábado, 6 de febrero de 2010
Moscas

Foto: Sonia Furtado http://www.flickr.com/photos/sonia_furtado/3914234508/
Te las cazo al vuelo. Es una de mis mayores diversiones. Adoro las moscas. Y si son moscones, mejor aún. Sin verlas, percibo su vuelo cuando aparecen. Ahí me pongo atento, paro las orejas y observo hacia todos lados. Es fantástico porque empleo los cinco sentidos casi al mismo tiempo: oído, vista y olfato.... sobre el final, tacto... y zas: gusto. Es que tienen un sabor a caca riquísimo. Supongo que será lo mismo que significa comer un caramelo para las personas. Siento a las moscas como una golosina exquisita. Además, te brindan ese plus físico y de astucia que significa buscarlas, correrlas de un lado a otro, medir su vuelo, imaginar su rumbo y ver cómo las idiotas siempre se llevan un vidrio por delante, donde las podés atrapar más fácilmente. Para qué tienen tantos ojos si no les sirven.
Al principio, a Pablo le repugnaba un poco que me coma a las moscas. Ahora se divierte viendo cómo intento atraparlas. También se convirtió en un vigía de moscas. A menudo estoy distraído y escucho que él dice: "¡Mosca!". Entonces doy un salto y empiezo la cacería.
Los otros días me ensarté. Me pareció que entró una mosca medio boluda, mucho más gorda y musculosa, que volaba más despacio. La atrapé enseguida, sin demasiado trabajo. ¡¡¡¡Puajjj!!!! La tuve que escupir. Era una asquerosa polilla. ¡Qué horribles que son las polillas! Tienen como polvo encima, es como comerte una bola de pelusas. Además, te queda un sabor espantoso en la boca.
A mí me encantan las moscas. Aunque no creo que yo les encante a ellas.
jueves, 4 de febrero de 2010
Paseadores buenos y paseadores malos

Foto: Carlos Adampol http://www.flickr.com/photos/cadampol/2333408347/
Ayer vi a Pablo muy enojado. Fue con un muchacho que
paseaba perros. Tenía más gorra que cabeza; con una mano llevaba las correa, y
con la otra, hablaba por su telefonito. Aparentemente, o no le funcionaba bien
el negocio o ya había repartido a casi todos sus "clientes", porque
sólo llevaba a tres: un ovejero alemán muerto de calor, uno sin raza que por su
pelaje parecía haber ido a la misma modista que yo, y una pequinesa
desorientada. El que era parecido a mí había quedado enredado en las otras
correas y tironeaba un poco para olfatear un arbolito meado por tres perras en
celo. El idiota con más gorra que cerebro estaba más ocupado en su conversación
y lo pateó para que se apure. Mi congénere no se afectó y siguió interesado en
los olores del arbolito. Claramente, si el de la gorra no podía pensar, menos
podría olfatear, así que no se dio cuenta del “vital” interés de mi compañero.
Por eso, lo volvió a patear. Esta vez mucho más fuerte, ya que el pobre se cayó
y lanzó un chillido. A mí me dolieron las costillas por sólo verlo.
Ahí mismo vi como Pablo se puso de otro color, su energía
fue como un trueno y se abalanzó sobre el idiota de gorra. Me asusté. Pensé que
iba a morderlo por la furia que tenía, pero se contuvo. El otro también se
asustó, apagó el telefonito y también cambió de color, pero se puso pálido. No
sé qué le dijo Pablo, pero su voz se había vuelto tan fuerte que me pareció una
ráfaga de ladridos. El de gorra también ladró un poco. Pero antes de que Pablo
pueda morderlo, cruzó la calle. Antes de cruzar, el perro golpeado me miró y me
confesó que no era la primera vez que eso ocurría.
Yo me sentí orgulloso de mi amigo humano. Pero sé muy bien
que hay paseadores y paseadores. Me entero en la plaza porque es una
conversación recurrente entre nosotros. La mayoría de ellos son gentiles,
amables, te hacen recorrer lugares lindos y te dan tiempo para que te tires
panza arriba en el césped. Pero hay otros que sólo quieren que pase el tiempo
para devolverte a tu casa cansado sólo por haberte hecho caminar sin parar, en
el medio de otros 15 perros, sin ver nada del paisaje, para terminar la jornada
atado en una plaza bajo el sol.
Hubo una época en la que tuve miedo de que Pablo me haga
pasear con un desconocido. Pero cuando él no puede hacerlo, vienen Fina o Raúl
a caminar conmigo. No corro ese riesgo. Aunque si tuviera una cámara de fotos,
me encantaría establecer un ránking de paseadores. Habría que hacerle
publicidad a los buenos y “escrachar” a aquellos que tienen más gorra que
cerebro para que no vuelvan a tocar nunca a más a un congénere mío.
martes, 2 de febrero de 2010
Colchón
lunes, 1 de febrero de 2010
Cuatro ojos
Es raro porque casi siempre las personas se detienen a elogiar a los perros de raza. No lo entiendo muy bien porque son todos iguales. ¿Qué tiene de particular un labrador? Es igual a cualquier otro labrador. ¿Qué tiene de particular un chihuahua? Es igual a todos los chihuahuas. En cambio, los mestizos, los callejeros, somos todos distintos. Cada uno tiene su particularidad y su personalidad.
Bueno, es lo que advirtió este señor que se detuvo para hablar con Fina. Era bajito, de espaldas anchas, ojos claros y piel percudida y amarronada por el sol excesivo. Me acarició la cabeza y me empezó a tocar por todos lados. Por unos segundos me puse un poco nervioso. Le dijo que si estuviéramos en el campo, él me "compraría". "Es pastor", dijo. Fina no entendía nada. Ahí nomás, me agarró la pata trasera y le mostró mi dedo-espolón. Los pulgares de mis patas traseras no sirven para nada y tienen una uña molesta que se enrosca y siempre me tienen que cortar para que no se encarne. Siempre me molestó tener esos dedos inútiles, son como tener dos verrugas en la garganta. Pero ahora parece que te hacen "pastor". "Los perros que tienen espolón son buenos para el campo", dijo. Pero eso no fue todo. Le dijo que yo era un "cuatro ojos". Nosotros no entendíamos nada porque, que yo sepa, tengo sólo dos ojos y creo que son suficientes. Me tomó el hocico y le mostró a Fina las dos manchitas marrones que tengo sobre los ojos. "Esto hace a un cuatro ojos. No hay muchos. Los cuatro ojos son especiales. Son únicos. Señora, tiene un gran perro".
Yo te digo algo, diario. No sé si este señor era cuerdo o de dónde saca sus teorías sobre los perros. Pero Fina dijo que era sabiduría campera, quedó orgullosa y se lo contó a Pablo, que sonrió. Me gustó el comentario y me lo guardé en un bolsillo de mi mente, porque no creo que en mi vida vuelvan a elogiarme así. Cuatro ojos... Faaaaaaa...