
Hola, diario. Estamos tristes. Zsá Zsá, finalmente, atravesó el umbral que te lleva a ese otro lugar. Estaba muy enferma y la familia prefirió que todo ocurra naturalmente.
Ayer a la mañana, muy tempranito, sonó el teléfono. Pablo atendió y el diálogo fue muy corto, duró segundos. Cortó la comunicación, se mojó el pelo y se vistió rápidamente. Me puso la correa y salimos a la calle rapidísimo. Apenas me dio tiempo para hacer pis. Dentro del taxi intui que había algo que no estaba bien. No hablamos en todo el camino. Ni siquiera saqué la cabeza por la ventanilla, como me gusta. Me limité a sentarme a su lado y a observarlo de reojo. Y sin que se diera cuenta, apoyé parte de mi lomo sobre su cuerpo, para compartir un poco de mi energía.
Cuando llegamos, Fina era un mar de lágrimas. Y Raúl estaba sentadito en un sillón, cabizbajo. Cuando me vieron, pude robarles una sonrisa a cada uno. Me sentí útil.
En la habitación, en la cama, estaba Zsá Zsá, sin moverse. A su lado, María Elena la acariciaba. "¿Estás segura de que está viva?", preguntó Pablo. Yo sabía muy bien que sí. Pablo comenzó a quebrarse y le empezó a decir cosas muy lindas a Zsá Zsá. Ella estaba tiesa, dura, con su pelaje prácticamente pegado al cuerpo, muy flaca y con la boca semiabierta. Creo que será la imagen más triste y fuerte que haya visto en mi vida.
Estoy seguro de que ella no se dio cuenta de que estaba yo. Pero sabía muy bien que estaba Pablo. De pronto, entró Fina a la habitación y le dijo a Pablo, entre sollozos: "Te está esperando". Él la miró incrédulo, pero yo supe muy bien que ella decía la verdad. A los pocos minutos, mientras Pablo le hablaba y la acariciaba, Zsá Zsá esbozó un maullido rasgado, estiró una de sus patas delanteras y la apoyó en el brazo de Pablo. Con sus manitos, apenas sacando sus uñas, se aferró a él. A los pocos segundos, se hizo pis y su cuerpo se vació de Zsá Zsá. Supe muy bien que ella seguía allí, pero en el aire. Me eché al piso y traté de cerrar los ojos y verla. No pude, pero sabía perfectamente que nos estaba observando y que, ahora, estaba bien. Por fin, Zsá Zsá podía volver a correr y a pelear a los demás animales por sus celos.
Todos lloraban. Menos yo. Pablo la envolvió en una manta, se la dio a Fina y la meció un buen rato, mientras le hablaba. Pero Zsá Zsá ya no estaba ahí. Eso fue Zsá Zsá. Al rato Pablo y Raúl se la llevaron envuelta, pero yo me quedé con Fina y María Elena.
Traté de consolarlas, como pude. Mi mente estaba muy ocupada tratando de analizar qué había pasado. ¿Adónde se fue Zsá Zsá? Se murió, sí. Pero adónde estaba ahora. Mariela dijo que "en el cielo de los gatos". Yo sabía muy bien que no era tan así. Estaba en un lugar mejor. Por siempre, Zsá Zsá estará acompañando a Fina y a Raúl. Y algún día se encontrarán, cuando ellos también pasen ese umbral y puedan moverse como cuando eran jóvenes. El pensamiento me originó ganas de sonreír.
Zsá Zsá no fue muy buena conmigo, pero le dio amor a aquellos que la querían. Esperó a mi Pablo hasta que pudo, se despidió y luchó por su vida. Ella está en el cielo de los buenos.
Quisiera poder decirle a Fina y a Raúl que pueden visitar a Zsá Zsá cuando quieran. Con sólo recordarla desde lo más profundo, podrán estar con ella, acariciarla y consentirla como siempre. Sé que será así y ellos lo harán. Sólo con el olvido se muere.
Estoy orgulloso de mi familia.