
jueves, 29 de abril de 2010
FELIZ DÍA DEL ANIMAL

miércoles, 28 de abril de 2010
Cárcel

Hola, diario. El domingo viví una de las experiencias más
fuertes de mi vida. Nos vino a visitar Mimí, una amiga nuestra que habla
muchísimo y me hace mucha gracia. Es muy linda, pero no es como Morena, ella
tiene sólo dos tetas, pero enormes. Luego de tomarnos unos mates y morirnos de
risa los tres, salimos a caminar por el barrio. Nunca había salido a caminar
con Mimí, entonces ella se divirtió mucho conmigo. Como a mí me encanta que me
festejen todo, también le hice muchas monerías como para entretenerla. Zapateé
en el piso luego de hacer caca, luché con una botella de plástico y perseguí a
las palomas, entre otras cosas. A ella le fascinó eso.
Pero nuestro paseo no se limitó a la plaza del jardín
enorme y enrejado, fuimos más allá. Atravesamos la avenida grande y llegamos a
otro parque con más rejas. Algo me hizo desconfiar. Empecé a caminar más
despacio con la cola entre las patas, no pude evitarlo. En un principio, el
huracán de olores que provenía de allí me produjo esa sensación, tal vez por
presentimiento; luego, fue temor. Descubrí qué era. ¡¡¡Una cárcel, diario, una
cárcel!!! ¡¡Una cárcel de animales!! En un principio, por el olor a plumas
descubrí que había muchas aves, pero también olfateé unos bichos que no vi en
mi vida, pero que me imaginé enormes. Cuando avanzamos unos 200 metros, me surcó
el cuerpo un gran escalofrío y una sensación de pánico. Quise irme. Pablo se
dio cuenta de mi miedo porque, enseguida, me puso la correa y me sujetó fuerte.
Sentí el impulso de cruzar. Sé que no hay que hacerlo, pero observé a Pablo y
se lo pedí con los ojos. Tenía mucho miedo. Ya estaba seguro de lo que mi nariz
había descubierto. Ahí adentro, presos, había unos gatos enormes, gigantes, con
dientes asesinos y un aliento que te tumbaría. Durante unos segundos, hasta
escuché cómo rugían. Si esos gatos enormes me encontraban me podrían
descuartizar. Pero Pablo y Mimí son muy valientes porque no se les movió un
pelo. Es más, hasta creo que les causó gracia mi temor. Me resigné y seguí caminando
junto a ellos, muy pegadito a Pablo, con mucho miedo, pero con la seguridad de
que esos gatos convictos estaban encerrados y no podían salir. También me dio
un poco de pena pensar eso.
Seguimos caminando y el olor a esos monstruos se fue
alejando, aunque comenzó otro aroma. Y desde la calle, pude ver de qué se
trataba. Eran unos bichos como cinco veces más altos que yo, pero con unos
cuernos enormes. Eran pacíficos y comían pasto sin parar. También había otros
que parecían comer chicle muy animadamente. Tenían unos pelajes con rulos, muy abrigados para la época.
Dimos la vuelta por otro lado y, así, seguí descubriendo
distintos animales. El lugar era tan grande que los tres nos cansamos en un
momento y nos sentamos a comer unos panchos*. Luego de haberme devorado uno y
haber intentado robarles un trozo a los de Mimí y Pablo, puse atención en un
nuevo aroma. No sentí que fuera una amenaza. Me acerqué a la reja y me paré en
dos patas en ella. Adentro había un puñado de gente viendo con atención algo.
De pronto, divisé unas patas muy largas, con lunares enormes. Algo así como un
dálmata muy alto... Comencé a seguir con la vista las patas, hacia arriba, y
divisé el cuerpo, y luego un cuello larguísimo y una cabeza diminuta con dos
cuernos. También mascaba chicle. ¡¡¡Guauuu!!!! Comencé a ladrar de la emoción.
¡Era un perro altísimo! En mi vida vi uno igual. Tal vez por eso estaría ahí
preso. Miraba a todos desde ahí arriba, con sus pestañas enormes. La gente que
estaba afuera con nosotros, comenzó a rodearme, fascinada por mis ladridos.
Mimí estaba descompuesta de la risa. Me encantó eso. Pero en realidad yo no
podía dejar de ladrar por mi descubrimiento.
Cuando volvimos a casa me quedé todo el día pensando en ese
perro enorme, altísimo, con cuernos. Cómo se podría vivir mirando la vida desde
ahí. ¿No le da vértigo? También pensé en porqué lo habrán puesto en cana*. ¿Qué
habrá hecho para merecer estar encerrado? ¿No se cansará de que todo el día lo
estén observando? ¿O tendrá tanto ego? Sólo creo que si lo encerraron por ser
diferente, habría que ir a rescatarlo. Bueno, que se ocupe otro, en realidad.
Yo no voy a arriesgarme a que me agarren los gatos gigantes.
sábado, 24 de abril de 2010
Atención
jueves, 22 de abril de 2010
La pelirroja me odia

Hola, diario. Te juro que Pablo es un obsesivo y me baña cada 15 días. Pero algún olor medio raro debo tener como para que la pelirroja de la vuelta me odie de esta manera. Cada vez que estamos en la plaza y me ve, aunque sea de lejos, comienza a avanzar amenazadoramente, con la panza casi a ras del piso, a paso lento, hasta que, de repente, emprende carrera veloz y se tira sobre mí para morderme. Ya se quedó con un mechón de pelos míos en la boca y, los otros días, alcanzó a morderme la cola. No me importó gritar. ¿Sabés lo que pasa, diario? Si vos tenés una discusión, o te llevás mal con alguien o hay algún motivo para las piñas, estás preparado, te ponés en guardia, sabés qué decir. Pero cuando te toman por sorpresa, sin un motivo aparente para pelearte, quedás en desventaja, desprevenido. Yo no soy belicoso. Entonces esta turra de mierda siempre me agarra sin capacidad de reacción y quedo como un cobarde.
No sé por qué me odia. No se pelea con ningún perro, sólo conmigo. Me huele a la distancia y ya me quiere agarrar del cogote. Pablo discutió con la mujer que la lleva. "¡Póngale collar, no la lleve suelta!", le dijo. Y ella, como si nada. "Es a su perro al que odia", le dijo, muy pancha*. Me gustaría sentarme a charlar con la pelirroja y preguntarle qué le hice y por qué me odia. Pero no me da tiempo. Decí que no se puede morder a las mujeres, porque sino, le arrancaba una oreja.
*Muy tranquila.
domingo, 18 de abril de 2010
Vocabulario

Cuando dice "vení acá" puede significar dos cosas: o que te va a hacer muchos mimos o te vas a ligar un buen reto. Así que siempre avanzo con cautela. Pero el "vamos" y el "vení" tienen significados distintos cuando estamos por cruzar la calle. Medio metro antes de llegar a la esquina, Pablo dice: "vení". Entonces yo me tengo que parar a su lado y quedarme quieto, con él, hasta que pasen los coches, que son peligrosísimos. Cuando el peligro pasó, él dice: "vamos". Y ahí podemos cruzar lo más tranquilos. También el vamos se usa para cosas concretas. El "¿vamos a lo de Fina?" o el "¿vamos a lo de María Elena?" me ponen feliz y me entusiasman. Me encanta ir a lo de mis abuelos humanos y a lo de mi tía humana.
martes, 13 de abril de 2010
Domingos

sábado, 10 de abril de 2010
Telepatía

Al final, mi presentimiento no era irreal. Llegó justo
cuando me disponía a destripar a Bob Esponja. Como siempre, pensaba recibirlo
con indiferencia, como lo haría Zsá Zsá, pero soy un idiota, no pude. No me
puedo contener. Lo siento cerca de la puerta y ya mi cola se vuelve
incontrolable. Apenas escucho el ruidito de las llaves, me yergo y mis orejas
se convierten en radares. Y ni te cuento cuando entra a casa. Primero avanzo
sumiso, con la cola entre las patas, poniéndole la mirada más lastimosa que me
sale, para golpearle el corazón. Pero de inmediato, me convierto en canguro y
no paro de saltar y darle besitos. Después lo huelo exhaustivamente para
asegurarme de que no haya intentado cambiarme por otro perro. Y luego, me
vuelvo obsesivo e interesado. Siempre me trae regalos cuando regresa, así que
no puedo contenerme y, por todos los medios, trato de abrir esa enorme valija*
que trae. Es complicado y tengo que esperar a que él decida cuándo la abrirá.
Cuando eso sucede, meto mi hocico hasta el fondo, hasta poder encontrar “mi”
regalo. Esta vez me trajo un pingüino. Me encantó. No sé adónde habrá ido que
me trajo un animal tan extraño. Me vino bien porque Chanchito ya está muerto
(lo rompimos jugando) y Osito 2 está medio cachuzo. Jugamos un rato y, cuando
estuve exhausto, me quedé contemplando a Pablo, con mi pingüino abrazado.
También pensé en esa sensación fuerte que tengo cuando está
por venir. Nunca me equivoco. Creo que con mi mejor amigo ya logramos
telepatía. Puedo sentir su energía cuando está por venir. Y su presencia se
hace cada vez más fuerte en mi alma y mi cabeza cuando está cerca. Y te
aseguro, diario, que no es mi superolfato. No logro oler tan lejos. Sino, los
perros no nos perderíamos tan fácilmente. Es energía, magnetismo, telepatía...
No sé cómo llamarle. Voy a investigar sobre el tema. Me apasiona saber cómo he
logrado una conexión tan fuerte con un ser tan primitivo y adorable a la vez,
como el ser humano. Nunca los perros podremos emanciparnos de ellos. Inevitable
amarlos. Es nuestra naturaleza.
jueves, 8 de abril de 2010
Dueños

jueves, 1 de abril de 2010
Sábanas
