UNA VIDA SIN UN PERRO, ES UN ERROR

"LA GRANDEZA DE UNA NACIÓN Y SU PROGRESO MORAL PUEDE SER JUZGADO POR LA FORMA EN QUE SUS ANIMALES SON TRATADOS."
Mahatma Gandhi

NO USES PIROTECNIA

NO USES PIROTECNIA
Por favor, no usen pirotecnia. Los "cuetes" nos asustan, nos hacen mucho mal a nuestros oídos, nos desorientan y son la causa de que muchos perros y gatos se pierdan entre diciembre y febrero. Lo mismo les ocurre a otros animales, como las aves. Pensá en nosotros y en los múltiples problemas que pueden causar los fuegos artificiales. NO USES PIROTECNIA. Gracias. PD: Ah... Ponele chapita con número de teléfono a tu perro. Para esta época hay muchos perros perdidos a causa de la pirotecnia, por favor, si ves alguno no sigas de largo, ayudalo a encontrar a su familia.

jueves, 29 de abril de 2010

FELIZ DÍA DEL ANIMAL


¡Hola, diario! Hoy, apenas nos despertamos, Pablo me llevó a la cocina, abrió un armario y me dio tres regalos. ¡Sí, tres regalos! Dos de ellos estaban en unos paquetitos que rompí inmediatamente. Uno era una golosina riquísima en forma de "canelón" enorme. Todavía no lo terminé de comer. El otro era una pelota con dos manijas a cada lado, para que podamos luchar por ella. Divertidísima. El tercer regalo fue uno de los abrazos con besos más lindos que me dio Pablo. Me apretó tanto que me hizo pensar que me iba a sacar las tripas. Me "cachó" cariño. Me dijo: "Feliz día del animal". Y pensé enseguida en todos esos animales extraños que vi (y olí) el domingo en la cárcel; y en todos esos perros y gatos que no tienen lugar donde vivir; en aquellos que son abandonados, en los cientos de caballos maltratados por el trabajo en centros urbanos, y aquellos pobres que están encerraditos en una perrera o en un centro "asistencial" de animales. Es el día para pedir fuerte por todos ellos. ¡Feliz día a todos mis congéneres, y a todos aquellos que tengan plumas, pelos o escamas!
Me voy a jugar con la pelota.

miércoles, 28 de abril de 2010

Cárcel

Foto: Ibarak. Flickr.com

Hola, diario. El domingo viví una de las experiencias más fuertes de mi vida. Nos vino a visitar Mimí, una amiga nuestra que habla muchísimo y me hace mucha gracia. Es muy linda, pero no es como Morena, ella tiene sólo dos tetas, pero enormes. Luego de tomarnos unos mates y morirnos de risa los tres, salimos a caminar por el barrio. Nunca había salido a caminar con Mimí, entonces ella se divirtió mucho conmigo. Como a mí me encanta que me festejen todo, también le hice muchas monerías como para entretenerla. Zapateé en el piso luego de hacer caca, luché con una botella de plástico y perseguí a las palomas, entre otras cosas. A ella le fascinó eso.

Pero nuestro paseo no se limitó a la plaza del jardín enorme y enrejado, fuimos más allá. Atravesamos la avenida grande y llegamos a otro parque con más rejas. Algo me hizo desconfiar. Empecé a caminar más despacio con la cola entre las patas, no pude evitarlo. En un principio, el huracán de olores que provenía de allí me produjo esa sensación, tal vez por presentimiento; luego, fue temor. Descubrí qué era. ¡¡¡Una cárcel, diario, una cárcel!!! ¡¡Una cárcel de animales!! En un principio, por el olor a plumas descubrí que había muchas aves, pero también olfateé unos bichos que no vi en mi vida, pero que me imaginé enormes. Cuando avanzamos unos 200 metros, me surcó el cuerpo un gran escalofrío y una sensación de pánico. Quise irme. Pablo se dio cuenta de mi miedo porque, enseguida, me puso la correa y me sujetó fuerte. Sentí el impulso de cruzar. Sé que no hay que hacerlo, pero observé a Pablo y se lo pedí con los ojos. Tenía mucho miedo. Ya estaba seguro de lo que mi nariz había descubierto. Ahí adentro, presos, había unos gatos enormes, gigantes, con dientes asesinos y un aliento que te tumbaría. Durante unos segundos, hasta escuché cómo rugían. Si esos gatos enormes me encontraban me podrían descuartizar. Pero Pablo y Mimí son muy valientes porque no se les movió un pelo. Es más, hasta creo que les causó gracia mi temor. Me resigné y seguí caminando junto a ellos, muy pegadito a Pablo, con mucho miedo, pero con la seguridad de que esos gatos convictos estaban encerrados y no podían salir. También me dio un poco de pena pensar eso.

Seguimos caminando y el olor a esos monstruos se fue alejando, aunque comenzó otro aroma. Y desde la calle, pude ver de qué se trataba. Eran unos bichos como cinco veces más altos que yo, pero con unos cuernos enormes. Eran pacíficos y comían pasto sin parar. También había otros que parecían comer chicle muy animadamente. Tenían unos pelajes con rulos, muy abrigados para la época.

Dimos la vuelta por otro lado y, así, seguí descubriendo distintos animales. El lugar era tan grande que los tres nos cansamos en un momento y nos sentamos a comer unos panchos*. Luego de haberme devorado uno y haber intentado robarles un trozo a los de Mimí y Pablo, puse atención en un nuevo aroma. No sentí que fuera una amenaza. Me acerqué a la reja y me paré en dos patas en ella. Adentro había un puñado de gente viendo con atención algo. De pronto, divisé unas patas muy largas, con lunares enormes. Algo así como un dálmata muy alto... Comencé a seguir con la vista las patas, hacia arriba, y divisé el cuerpo, y luego un cuello larguísimo y una cabeza diminuta con dos cuernos. También mascaba chicle. ¡¡¡Guauuu!!!! Comencé a ladrar de la emoción. ¡Era un perro altísimo! En mi vida vi uno igual. Tal vez por eso estaría ahí preso. Miraba a todos desde ahí arriba, con sus pestañas enormes. La gente que estaba afuera con nosotros, comenzó a rodearme, fascinada por mis ladridos. Mimí estaba descompuesta de la risa. Me encantó eso. Pero en realidad yo no podía dejar de ladrar por mi descubrimiento.

Cuando volvimos a casa me quedé todo el día pensando en ese perro enorme, altísimo, con cuernos. Cómo se podría vivir mirando la vida desde ahí. ¿No le da vértigo? También pensé en porqué lo habrán puesto en cana*. ¿Qué habrá hecho para merecer estar encerrado? ¿No se cansará de que todo el día lo estén observando? ¿O tendrá tanto ego? Sólo creo que si lo encerraron por ser diferente, habría que ir a rescatarlo. Bueno, que se ocupe otro, en realidad. Yo no voy a arriesgarme a que me agarren los gatos gigantes.

sábado, 24 de abril de 2010

Atención


Hola, diario. No soporto que no me presten atención. Pablo está un poco enojado conmigo. Es que ayer tuvo día libre y vinieron a visitarlo sus padres y, luego, una amiga. Según él, me porté mal. Y sí... Es que no soporto no ser integrado en las conversaciones. Me encanta recibir visitas, festejarlos e intentar jugar con ellos, pero me parece espantoso ese momento en el que todos se sientan y se ponen a charlar. ¿Y yo? ¿Adónde queda mi participación? Si yo no sé hablar en castellano. Y encima, si ladro, me retan*. Entonces, todo el tiempo, trato de llamar la atención de los presentes. O con mi hocico les pido que me acaricien... O me paro en dos patas y pongo las delanteras sobre sus faldas... o trato de acomodarme en el sillón, al lado de alguno... o, cuando están muy serios, aparezco a los saltos con Osito entre los dientes... o les traigo la pelota y se las dejo a los pies, para que la arrojen. Nada de esto resulta. Todo el tiempo, Pablo me dice: "Pará, Francisco". Y sí... me pongo un poco insoportable. Es que me aburro. Por momentos me quedo quieto, observándolos y prestando atención. Pero entiendo sólo una parte, entonces vuelvo a distraerme con alguna mosca y, luego, otra vez a reclamar atención.
Es más fuerte que yo: necesito ser protagonista. No soporto que, aunque sea de a ratos, haya más protagonistas en la vida de Pablo. Sino... ¿Para qué estoy?

* Regañan.

jueves, 22 de abril de 2010

La pelirroja me odia

Foto: Flickr.com. Pwcowgigirl

Hola, diario. Te juro que Pablo es un obsesivo y me baña cada 15 días. Pero algún olor medio raro debo tener como para que la pelirroja de la vuelta me odie de esta manera. Cada vez que estamos en la plaza y me ve, aunque sea de lejos, comienza a avanzar amenazadoramente, con la panza casi a ras del piso, a paso lento, hasta que, de repente, emprende carrera veloz y se tira sobre mí para morderme. Ya se quedó con un mechón de pelos míos en la boca y, los otros días, alcanzó a morderme la cola. No me importó gritar. ¿Sabés lo que pasa, diario? Si vos tenés una discusión, o te llevás mal con alguien o hay algún motivo para las piñas, estás preparado, te ponés en guardia, sabés qué decir. Pero cuando te toman por sorpresa, sin un motivo aparente para pelearte, quedás en desventaja, desprevenido. Yo no soy belicoso. Entonces esta turra de mierda siempre me agarra sin capacidad de reacción y quedo como un cobarde.
No sé por qué me odia. No se pelea con ningún perro, sólo conmigo. Me huele a la distancia y ya me quiere agarrar del cogote. Pablo discutió con la mujer que la lleva. "¡Póngale collar, no la lleve suelta!", le dijo. Y ella, como si nada. "Es a su perro al que odia", le dijo, muy pancha*. Me gustaría sentarme a charlar con la pelirroja y preguntarle qué le hice y por qué me odia. Pero no me da tiempo. Decí que no se puede morder a las mujeres, porque sino, le arrancaba una oreja.

*Muy tranquila.

domingo, 18 de abril de 2010

Vocabulario


Hola, diario. Me estoy dando cuenta del vocabulario que estoy acumulando. Según los hechos y mi teoría de que soy casi humano, creo que me largo a hablar en cualquier momento. Ya entenderás que con Pablo podemos mantener largas conversaciones a través de la mirada. Bah... él a veces habla como un loro, pero yo le contesto con los ojos. A veces le observo los labios, para ver si yo puedo articularlos así. Pero no, no me sale. Tengo muchos dientes, creo. De lo que me cuenta, entiendo un 50 por ciento. Pero más que las palabras tiene que ver con la intención y esa conexión energética que, te conté, tenemos.
Hay palabras y frases que identifico mucho más que otras. Sobre todo las órdenes... o indicaciones, como él prefiere llamarlo. Hay que tenerlas bien claras como para evitar problemas. A la que más le temo es a la palabra "no". Cuando manda un "no" enérgico y grave. Sé que todo se vuelve prohibido. Otra frase intimidante es: "¿Qué hiciste?" o "¿hiciste lío?". Ahí sé que me descubrió, meto la cola entre las patas y me escondo debajo de la mesa. La palabra que más adoro es "vamos". Cuando la pronuncia, enseguida paro las orejas y doy unos saltos increíbles. Significa que vamos a la calle. Pero hay una diferencia cuando dice "¿vamos a pasear?". Cuando dice eso, ya sé que no será sólo ir a la plaza, a hacer compras o a dar la vuelta manzana. Es mucho más que eso. Un paseo es algo más duradero.
Cuando dice "vení acá" puede significar dos cosas: o que te va a hacer muchos mimos o te vas a ligar un buen reto. Así que siempre avanzo con cautela. Pero el "vamos" y el "vení" tienen significados distintos cuando estamos por cruzar la calle. Medio metro antes de llegar a la esquina, Pablo dice: "vení". Entonces yo me tengo que parar a su lado y quedarme quieto, con él, hasta que pasen los coches, que son peligrosísimos. Cuando el peligro pasó, él dice: "vamos". Y ahí podemos cruzar lo más tranquilos. También el vamos se usa para cosas concretas. El "¿vamos a lo de Fina?" o el "¿vamos a lo de María Elena?" me ponen feliz y me entusiasman. Me encanta ir a lo de mis abuelos humanos y a lo de mi tía humana.
Cuando pregunta: "¿tenés hambre?" ya sé que voy a comer enseguida. Lo mismo cuando dice: "¿querés?". Son frases fantásticas. También distingo entre "agua", "pollo", "palito", "bombón", "banana" y "zanahoria".
La frase que me amedrenta es: "¡A bañarse!". Me tiro panza arriba y Pablo me arrastra del collar hasta la bañera. Ahí me resigno y me encanta cuando me dice "te mojo".
Una palabra que me resulta molesta es cuando dice "quietito". Significa que le estoy rompiendo las pelotas*. Porque el "quieto" es más normal. Pero el "quietito" me molesta. Del mismo modo, odio cuando me dice "boludo". A veces, cuando me porto mal, o meto la pata él me grita: "¡¿Vos sos boludo?!". Horrible. Prefiero cuando dice: "¡A jugar!".
Otras palabras que reconozco son: "gato" (ahí me pongo alerta y tengo cuidado); "mosca" (no paro hasta atraparla); "perro" (algún congénere cerca); "llueve" (nos mojaremos); "besito" (tengo que darle lengüetazos); "amigo" (sé que es alguien en quien confiar) y "a dormir" (de un salto, estoy en la cama). Además, Pablo finalmente logró que distinga entre "Osito" y "pelota". Ahora sé perfectamente qué es cada cosa y se la traigo cuando me lo pide.
Una vez, Pablo me dijo "estoy triste, Francisco". Y me quedé a su lado mucho rato. Me di cuenta de que la palabra "triste" es espantosa. Prefiero a todas las demás.

* Molestando.

martes, 13 de abril de 2010

Domingos


Hola, diario. Desde que nos mudamos a este barrio mis viajes en taxi son cada vez más frecuentes. Casi todos los domingos vamos a la casa de Fina y Raúl, para almorzar con ellos y, luego, tomar mate. Apenas nos despertamos me empieza a agarrar una ansiedad incontrolable. En los domingos, mis mañanas no son tranquilas y a paso lento como las demás. Voy de un lado a otro, quiero que Pablo desayune rápido, que hagamos un paseo corto y rajemos* de una vez. Todo el tiempo él me grita: "¡Pará, Francisco!". Pero no puedo controlarme. Es como si tuviera adentro mío a un demonio movedizo.
Cuando empieza a llenar la mochila con cosas para llevarles a sus padres, empiezo a los saltos. De a una, le voy señalando las prendas de vestir para que se las ponga rápido. Un día que daba muchas vueltas, hasta le tuve que llevar la remera* con el hocico. Apenas salimos del departamento, emprendo carrera veloz por el pasillo que conduce a la calle. El señor de seguridad del edificio me saluda siempre y me abre la puerta porque sabe que no me escapo. Ahí me quedo sentadito en la vereda, cerca del cordón, esperando que llegue el taxi. Me confundí muchas veces. Algunos se detienen para otras personas y yo corro desesperado para subirme. Pablo, todo colorado, me saca de prepo, tomándome del collar. Una vez que llega el taxi, empieza la fiesta. Pablo pone unas sábanas viejas, yo me paro ahí y saco la cabeza por la ventanilla para tragar mucho aire que, después, convierto en peditos para martirizar a la gente.
El domingo pasado, cuando llegamos a lo de Fina y Raúl escuché que él dijo: "Yo no sé cómo Francisco sabe cuándo es domingo". A veces los seres humanos me sorprenden. ¿Y si él sabe porqué no voy a saber yo? ¿¡Cómo no voy a saber cuándo es domingo?!.. Tsss... En realidad, me puse a pensar y no sé cómo sé que es domingo. Creo que es intuición. Siempre hay seis días antes, de los cuales Pablo trabaja cinco. Pero el domingo tiene una energía especial. Más allá de que nos levantamos de la cama un poco más tarde de lo habitual, es un día con una vibración distinta. Yo no sé exactamente cómo me doy cuenta. Pero sé perfectamente que el domingo es domingo, que tenemos que levantarnos más tarde y, luego, tomar un taxi para ir a lo de Fina y Raúl. Insisto: ¿Me estaré volviendo persona?

* Salir apurados.
* Camiseta.

sábado, 10 de abril de 2010

Telepatía



Al final, mi presentimiento no era irreal. Llegó justo cuando me disponía a destripar a Bob Esponja. Como siempre, pensaba recibirlo con indiferencia, como lo haría Zsá Zsá, pero soy un idiota, no pude. No me puedo contener. Lo siento cerca de la puerta y ya mi cola se vuelve incontrolable. Apenas escucho el ruidito de las llaves, me yergo y mis orejas se convierten en radares. Y ni te cuento cuando entra a casa. Primero avanzo sumiso, con la cola entre las patas, poniéndole la mirada más lastimosa que me sale, para golpearle el corazón. Pero de inmediato, me convierto en canguro y no paro de saltar y darle besitos. Después lo huelo exhaustivamente para asegurarme de que no haya intentado cambiarme por otro perro. Y luego, me vuelvo obsesivo e interesado. Siempre me trae regalos cuando regresa, así que no puedo contenerme y, por todos los medios, trato de abrir esa enorme valija* que trae. Es complicado y tengo que esperar a que él decida cuándo la abrirá. Cuando eso sucede, meto mi hocico hasta el fondo, hasta poder encontrar “mi” regalo. Esta vez me trajo un pingüino. Me encantó. No sé adónde habrá ido que me trajo un animal tan extraño. Me vino bien porque Chanchito ya está muerto (lo rompimos jugando) y Osito 2 está medio cachuzo. Jugamos un rato y, cuando estuve exhausto, me quedé contemplando a Pablo, con mi pingüino abrazado.

También pensé en esa sensación fuerte que tengo cuando está por venir. Nunca me equivoco. Creo que con mi mejor amigo ya logramos telepatía. Puedo sentir su energía cuando está por venir. Y su presencia se hace cada vez más fuerte en mi alma y mi cabeza cuando está cerca. Y te aseguro, diario, que no es mi superolfato. No logro oler tan lejos. Sino, los perros no nos perderíamos tan fácilmente. Es energía, magnetismo, telepatía... No sé cómo llamarle. Voy a investigar sobre el tema. Me apasiona saber cómo he logrado una conexión tan fuerte con un ser tan primitivo y adorable a la vez, como el ser humano. Nunca los perros podremos emanciparnos de ellos. Inevitable amarlos. Es nuestra naturaleza.


* Maleta.

jueves, 8 de abril de 2010

Dueños


Hola, diario. Es duro cuando el ser que más querés no está por un tiempo a tu lado. Tengo que confesarte que estoy más tiempo acompañado que cuando está él. Fina y Raúl pasan casi todo el día conmigo, me hablan, me hacen jugar, me dan cosas ricas y me sacan a pasear varias veces. A menudo me hago como el que me estoy meando, como para que se apuren en llevarme a la plaza otra vez. Es una mentirita piadosa. Cuando veo que Raúl está cansado lo miro y comienzo a caminar solito hacia la dirección de nuestra casa, para volver.
Pero de todos modos, extraño mucho a Pablo. Hay días en que se pasa trabajando... pero me encanta saber que lo estoy esperando y que regresará. Y que, aunque esté cansado de su jornada de trabajo, apenas entre a casa me hará unos mimos y me sacará a pasear sin chistar. "Es tu derecho adquirido", me dijo una vez. Y lo respeta siempre. Otras veces se lo pasa sentado a la computadora escribiendo. Pero aunque no me preste demasiada atención, me gusta echarme a sus pies y acompañarlo. Sé que se siente bien si yo estoy ahí, con mi hocico o mis patas delanteras sobre alguno de sus pies. Nos acompañamos mutuamente. Por eso lo extraño tanto. Me acostumbré a ser parte suya y a que él sea parte mía. Él dice: "Mi perro". Yo digo: "Mi amigo". El "mi" es posesión. Pero no me importa. Y sí... soy de él. Será mi dueño. Pero él también es mío, aunque tenga que compartirlo a veces con Zsá Zsá o, más adelante, con algún otro cuadrúpedo.
Hoy tengo un presentimiento fuerte. Creo que falta poco para que llegue. Lo siento más próximo que ayer. Pero cuando uno extraña, el mañana se hace eterno.

jueves, 1 de abril de 2010

Sábanas


Hola, diario. Todavía sigo mirando con cariño al peluche de Bob Esponja. Pero me contengo. Aún no le he hecho nada. Pablo no vuelve y los días están tan lindos como para ir a pasear por el barrio. Como sigo con esta teoría de que soy casi persona (salvo por esa minucia de que no puedo hablar ni sonreír) decidí dormir como Dios manda. Cuando Fina y Raúl se van, me voy a la cama y, en lugar de dormir a los pies, como hago siempre, levanto las sábanas con los dientes y me acuesto adentro. Lógicamente no me tapo porque hace calor. Pero dormir sobre las sábanas tiene otro sabor. Algo me hace pensar que a Pablo no le va a gustar la idea. Pero a mí me encanta.