
Hola, diario. Tengo un nuevo compañero en casa. Pablo dice que se llama Osito. Me lo trajo cuando volvió de trabajar. Es un muñeco de peluche muy simpático. Me encanta, lo llevo por todos lados y jugamos a los mordiscos. Pero él no sabe dar mordiscos. Está como un poco muerto, no se mueve. De todos modos me gusta mucho. Lo adopté como mi mascota. Pero tengo que confesarte que anoche me despertó unas sensaciones raras. Parecidas a las que me provoca Morena. La cosa es que no puedo evitar agarrar a Osito con mis patas delanteras y con la pelvis hacer un movimiento oscilante hacia adelante. Es instintivo, me sale así, como si un demonio se apoderara de mí. Igual creo que a Osito le gusta porque no se queja.
Al que no le gusta es a Pablo. Un par de veces se lo hice en su rodilla y me sacó enojado. Y ni te cuento cuando se lo hice a una amiga suya que vino a visitarlo. Ella se reía, pero me retaron. Parece que no está bien hacer ese movimiento. Pero ya te digo, es un demonio que se mete dentro mío y no lo puedo controlar. ¿Tendrá que ver eso con la perversión?
Al que no le gusta es a Pablo. Un par de veces se lo hice en su rodilla y me sacó enojado. Y ni te cuento cuando se lo hice a una amiga suya que vino a visitarlo. Ella se reía, pero me retaron. Parece que no está bien hacer ese movimiento. Pero ya te digo, es un demonio que se mete dentro mío y no lo puedo controlar. ¿Tendrá que ver eso con la perversión?
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