
Hola, diario. Hoy voy a hablar de unas partículas habituales y sabrosas que siempre se encuentran en la casa: las miguitas. Cada vez que alguien come pan o galletitas, quedan esas pequeñas partículas en escaso número en el suelo y en gran cantidad sobre la mesa. Yo sé que no te llenás la panza con eso, ni que te vas a convertir en un perro saludable y ágil por ingerirlas. ¡Pero có-mo-me-gus-tan-las-mi-gui-tas! Cada vez que se cae alguna al piso, me abalanzo desesperadamente. Y cuando Pablo no me ve, me yergo un poco en dos patas, apoyo mi cara sobre la mesa y, con mi lengua, paso el lampazo a la multitud de miguitas que me están ahí esperando. Las veces que me pescaron haciendo eso ni siquiera me retaron… creo que Pablo no puede creer que, con tanta avidez, me desespere por las miguitas.
Así en un rapto de reflexión… podría decirte… emmm… que las miguitas son el símbolo del “resto”. Y el “resto” le corresponde al perro… obviamente, cuando uno se refiere a la comida humana. La nuestra es un derecho adquirido. Pero las miguitas son el “resto” representado en su estado más ínfimo. Y es ley del perro “no desperdiciar el resto”. Por lo tanto… ¡¡¡¡Aguante la’ miguita’!!!!
Así en un rapto de reflexión… podría decirte… emmm… que las miguitas son el símbolo del “resto”. Y el “resto” le corresponde al perro… obviamente, cuando uno se refiere a la comida humana. La nuestra es un derecho adquirido. Pero las miguitas son el “resto” representado en su estado más ínfimo. Y es ley del perro “no desperdiciar el resto”. Por lo tanto… ¡¡¡¡Aguante la’ miguita’!!!!
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